Me refiero a un mal que comparto con muchos, vivir en la Utopía. Arranco con una bella iglesia rusa, ya que cuando me hastío de la Liturgia pastelera y progresista, cuando mis días transcurren en un frenesí de reuniones y vaivenes, muchos de ellos, estúpidamente voluntaristas y activistas, cuando escucho las mil zonceras de los criollos, me refugio en mi habitación, transformado ya en Celda monástica y la música de la Iglesia ortodoxa rusa regenera mi alma, me hace pensar en el cielo, escucho absorto ese coro espléndido, dejo que pasen unos minutos, a veces unas horas, y todo vuelve a su quicio; es decir el Pantocrator en el centro y todo lo demás alrededor de él.
Viendo y sufriendo como el Katéjon se retiró ya de la vida pública, y no hay obstáculo ya para la manifestación del otro, muchas veces, entro a youtube y veo hermosos desfiles, y escucho bellísimas canciones militaristas, veo en hermosas películas breves cómo muchos murieron por su Patria, y siento nostalgia de algo que no viví, de una época que no fue la mía, cuando la gente vivía y moría por los ideales. Pero, paso a ver los diarios, y otra vez la realidad pavorosa, el crimen de la hiena en Marpla, la complicidad del oficialismo y oposición para aplastar a Redrado, el terremoto de Haití....
Es allí donde vuelvo a mi meditación de la Teología de la historia, reflexionando desde el GÉNESIS al APOKALIPSIS, y allí sí la respectiva página del diario -ahora digital- cobra sentido.
Entonces qué sabrosos son mis mates, qué placentera es mi pipa, me siento señor, me siento libre, el corazón hasta exulta y le agradezco a Dios , y lo bendigo.....
Esta Utopía es mi realidad, mi mundo, fuera de mi celda comparto con los mortales sus preocupaciones y problemas, desde los económicos, siguiendo por los de conciencia, y los encomiendo para que no renieguen, para que resistan, los motivo a la esperanza, la misma que me sostiene a mí.