Cómo lo digo. No estoy de acuerdo con Antonio Caponetto, acaba de adoptar un rumbo muy peligroso oponiéndose a Benedicto y ejerciendo en su radio de influencia un espíritu extraño. Se declara soldado dispuesto al combate pero le dice al papa cuáles son las órdenes que debe impartir y cuando las debe impartir. De sus dos escritos el Romano Pontífice queda desautorizado y él queda excento de todo vínculo disciplinario. Que haya papa o no, para Antonio es lo mismo, el papa convalidó el "mito de los seis millones" y le largó su anatema. No haciendo justicia a un Pontificado de veras iluminador. Cada vez los católicos nos dividimos más de acuerdo a si aceptamos o no la Institución. El riesgo de aquellos como Caponnetto que prescinden de la Institución, más allá de la declaración de principio papista, es el sedevacantismo; por supuesto no un sedevacantismo teórico ya que hay un clarísimo reconocimiento de la Cátedra de Pedro, pero si un sedevacantismo práctico, es decir sin vínculo disciplinario.
Destrata al alemán como no conozco que haya destratado al polaco o al hamletiano, todo por no comprender las circunstancias que motivaron la nota de Bertone y las palabras posteriores de Benedicto, todo porque el papa no se jugó por una verdad histórica que él defiende hace años. Antonio en vez de agrupar la tropa bajo el papa en este gravísimo momento de la historia, indispone a la gente, la aleja del pastor, como si Benedicto entregara las ovejas al matadero.
El paisaje nevado no es Narnia, es un hermoso paisaje europeo que me hace descansar la vista y el alma en medio de la tribulación, en este caso, contemplando como los amigos se pelean porque cada uno quiere tener toda la verdad.
Antonio, Alberto Ezcurra Uriburu no te habría apoyado en ésta.